La motricidad es la capacidad de movimiento del cuerpo humano. La psicomiotricidad integra los aspectos psicológicos y su rol en la maduración de la personalidad.
¿Qué es la motricidad infantil?
Los movimientos corporales voluntarios resultan posibles gracias a la participación del sistema nervioso central, los músculos y las articulaciones.
La motricidad infantil evoluciona desde el nacimiento del niño mediante un proceso de aprendizaje. Los pequeños aprenden, cada uno a su ritmo, las diferentes habilidades posturales humanas como sentarse, gatear, mantenerse en pie o caminar. Existen dos tipos de motricidad:
- Motricidad gruesa. Se desarrolla primero. Es la capacidad para generar movimientos amplios como puede ser agitar los brazos. Dichos movimientos se llevan a cabo mediante la coordinación de grupos musculares grandes. Influye más la fuerza que la precisión.
- Motricidad fina. Permite al cuerpo ejecutar movimientos precisos de corto recorrido. Por ejemplo, cuando el niño aprende a sostener un lápiz o a utilizar los cubiertos. La maduración de habilidades de motricidad fina se utilizan como un baremo del desarrollo del pequeño.
Evolución de la motricidad en los niños
Desde que nacen, los bebés comienzan el aprendizaje de habilidades básicas motoras tales como gatear y correr. La antedicha motricidad gruesa, constituye el cimiento sobre el que se asentará la futura motricidad fina. Los pequeños, en general, siguen esta pauta de evolución de movilidad:
- Durante la gestación. El feto muestra movimientos reflejos y espontáneos, y bosteza o da patadas dentro del útero.
- Un mes de vida. El bebé explora su entorno con giros de cabeza cuando está tumbado sobre el vientre. Comienza el fortalecimiento de sus extremidades.
- Entre ocho semanas y el medio año de vida. El bebé comienza a levantar el cuerpo desde la pronación con el apoyo de los brazos. Cerca de los seis meses, el nene ya se gira y, con ayuda, se sienta y sostiene el biberón con ambas manos.
- En el período entre el medio año y los diez meses. El niño aprende a reptar con tirones de brazos mientras arrastra las piernas. Termina por dominar la técnica y comienza el gateo.
- Entre el año y los 18 meses. El niño comienza a caminar con ayuda, luego se aguanta solo y tiempo después ya empieza a caminar por sí mismo.
- Del año y medio hasta los tres años. El pequeño anda erguido y gana coordinación y fuerza hasta que es capaz de correr.
- Entre los tres y lo seis años de edad. En la guardería y en primaria los pequeños aprenden a subir escaleras o a saltar a la pata coja. Sus movimientos se vuelven más complejos y coordinados.
- De los seis a los once años. Se perfecciona la motricidad fina y los pequeños aprenden a dibujar y a manejarse con la escritura. A partir de los once, y con la entrada en la pubertad y la adolescencia, se suma al dominio de la motricidad fina el aumento de fuerza muscular.
Influencia de la motricidad en el desarrollo infantil
Si el pequeño sufre alguna enfermedad cerebral o del sistema nervioso (central y periférico), esta conlleva un deterioro más o menos acentuado de la movilidad. Cuando la patología perjudica la capacidad de movimiento del niño, puede ser proclive a la baja autoestima y al deterioro de sus relaciones con el resto de la gente. El desarrollo motriz interactúa con múltiples facetas de la maduración del pequeño.
- Maduración social. Cuando un niño es incapaz de seguir a los demás pequeños en su actividad física y juegos, acaba expulsado del grupo; o él mismo se exilia y evita las situaciones que lo dejen en evidencia.
- Crecimiento físico. La ausencia de ejercicio físico impide el pleno desarrollo óseo, muscular y nervioso.
- Desarrollo mental. Las facultades cognitivas se incrementan cuando la motricidad del pequeño ha madurado con normalidad. Los niños activos desde el plano físico son más receptivos ante el aprendizaje y gozan de mejor capacidad de concentración.
- Percepción sensorial. Relacionada con la calidad del ejercicio físico. El niño utiliza y afina sus sentidos durante el juego y los deportes, porque necesita orientarse y coordinar sus movimientos.
- Estabilidad emocional. Los jóvenes sanos y en buena forma física, suelen ser más estables desde el punto de vista psicológico y presentan menos problemas de autoestima.
- Desarrollo del habla. La falta de motricidad fina puede causar que el niño no coordine los gestos necesarios para la expresión verbal y le impida comunicarse con fluidez.
Motricidad gruesa
La motricidad gruesa es la capacidad de ejecutar movimientos de gran amplitud. Los realizan los principales grupos musculares del cuerpo humano. Mediante la motricidad gruesa, el cuerpo es capaz de realizar actividades físicas básicas como andar, correr, saltar, permanecer de pie o nadar.
La motricidad gruesa es el fundamento de la futura motricidad fina. Las habilidades que aporta la movilidad fina sólo pueden aprenderse cuando el pequeño desarrolla la motricidad gruesa. Una maduración inapropiada de estas facultades, puede afectar al resto de facetas vitales del joven.
Motricidad fina
La motricidad fina son aquellas habilidades que requieren movimientos pequeños y de precisión. Cumplida la etapa inicial de aprendizaje de motricidad gruesa, los pequeños ya son capaces de ejecutar gestos con los pequeños grupos musculares de las manos, los pies o el rostro. Semejantes habilidades les permiten acciones tales como abrocharse botones, escribir, hablar o atar un lazo.
La motricidad fina le aportará al niño destrezas básicas para comenzar su etapa escolar. Por otro lado, sus relaciones con el mundo y con las personas resultarán más ricas y complejas. Se volverá más independiente, querrá vestirse solo y jugar con los amigos en el parque lejos de los padres.
Los problemas de motricidad fina, según la edad, le pueden deteriorar su auto imagen y causar problemas emocionales, pues son conscientes de la dificultad de su integración en la escuela o con otros niños.
¿Cómo potenciar la motricidad del niño?
La motricidad de un niño se favorece con actividad física y libertad de movimientos, a ser posible en contacto con la naturaleza. El niño suele ser activo y aventurero, y necesita cierta libertad para poder explorar su entorno. Si se encuentra un obstáculo mientras gatea, no se lo apartes, que aprenda cómo superarlo, ni fuerces su desarrollo, pues cada pequeño tiene su propio tiempo de maduración.
Estimúlalo, excita su curiosidad, juega con él. El pequeño tenderá a imitarte y se interesará por la actividad física. Cuanto más crecido esté el niño, mayor debe ser la libertad de expersarse. La riqueza de las vivencias que obtenga en su entorno familiar o en el exterior, redundarán en su buena salud física, mental y emocional.
Mejorar la motricidad gruesa con juegos
Los juegos que apoyan la motricidad gruesa necesitan de suficiente espacio. Implican actividad física intensa, fuerza, resistencia y coordinación. Un parque infantil es el entorno ideal para que el niño pueda correr, saltar y realizar actividades. Juegos como el pilla-pilla, pruebas de puntería lanzando una pelota a una pila de objetos, carreras a la pata coja u otros en los que cueste mantener el equilibrio, resultan idóneos para esta fase de crecimiento.
Mejorar la motricidad fina con juegos
Los juegos que desarrollan la movilidad fina requieren mayor habilidad que fuerza. Gracia a las manualidades, dibujar y recortar figuras de papel, o el amasado de plastilina, los pequeños ganarán habilidad con los dedos. Insertar cuentas en collares, pintar con los dedos o jugar con bloques de construcción también mejora sus habilidades motoras y mentales.
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