El Proyecto Roma es una experiencia educativa colectiva de la que forma parte el profesor Miguel López Melero denominada originalmente: “Competencia cognitiva, cultural y calidad de vida: otro modo de educar a las personas con síndrome de Down”. La mejor prueba de su eficacia tuvo lugar en 1999, cuando el joven malagueño Pablo Pineda se convirtió en el primer europeo portador del síndrome de Down en conseguir un título universitario.

Fundamentos del Proyecto Roma

El proyecto Roma es un proyecto conjunto de investigación entre el profesor Miguel López Melero; los doctores Gianni Biondi, Nicola Cuomo y Giorgio Albertini; el servicio Neuropsicológico del Hospital “Bambino Gesù” de Roma y la Universidad de Málaga. El proyecto buscaba la integración de niños con capacidades diferentes en el aula, mediante estrategias que tiendan a la inclusión y a la mejoría de las condiciones de vida. Las investigaciones del proyecto continúan desarrollándose en España, Italia y países hispanoamericanos. Se aportan ideas y estrategias educativas y de inclusión social, además de buscar la mejoría del contexto educativo y familiar, y que los niños portadores del síndrome de Down gocen de mayor autonomía personal.

Primeros pasos: profesor Miguel López Melero

Miguel López Melero, uno de los impulsores del proyecto, descubrió en un centro de educación especial en el que trabajaba, allá en los años 70, que los niños con síndrome de Down no se definían por la gravedad de sus respectivas deficiencias, sino por la falta de relaciones humanas. Desde entonces comenzó a teorizar sobre cómo debería ser la educación para que estos niños desarrollaran sus cualidades, pues si eran capaces de sentir, hablar o pensar, también podrían explotar otras virtudes que se pasaban por alto en el modelo educativo de entonces. La inteligencia, para Melero, no debería entenderse como algo hereditario ni cuantitativo, sino como algo que se puede construir y ganar calidad con el paso del tiempo.

sindrome de downCon el tiempo, el proyecto evolucionó hasta una concepción del aula basada en la neurociencia. La clase pasa a funcionar de forma análoga a un cerebro humano, con áreas delimitadas para pensar, comunicar o para desplazarse, entre otras. El proceso de aprender pasa a ser una labor colaborativa y grupal donde cada pequeño debe incluirse y aprender a convivir y pensar con los demás. Una peculiaridad de un alumno, por ejemplo, a la hora de expresarse, no resulta incapacitante, pues el contexto entero de la escuela le aporta oportunidades de inclusión en la dinámica colectiva. El proyecto engloba a las personas con Down, las familias, el colegio y la sociedad entera para lograr un nuevo paradigma educativo. La metodología y la práctica de cómo debe ser una escuela inclusiva se comenzó a aplicar en varios centros públicos andaluces. Mientras, el profesor Melero viajaba con frecuencia a Italia para intercambiar ideas y coordinar el trabajo en la misma dirección realizado allí por familias, escuelas y maestros.

Un cambio tan sustancial de paradigma educativo, por su naturaleza, ha encontrado obstáculos de toda clase: desde políticos y burocráticos, hasta didácticos y materiales, pues no todos los centros poseen unas instalaciones adecuadas para la educación inclusiva. Por ello, primero se audita la capacidad del centro para adscribirse a este enfoque didáctico, y después se informa de propuestas de cambios a realizar en el centro o en la formación de los profesores. También se incluye a las familias en las decisiones, con vistas a generar una comunidad concienciada.

Base epistemológica del Proyecto Roma

La hipótesis impulsora del Proyecto Roma es la certeza de que cualquier persona es competentes para aprender. La inteligencia no es algo con o que se nace, sino que se desarrolla a lo largo de la vida mediante el entorno y la experiencia. En realidad funciona al revés de cómo se concibe normalmente, pues el aprendizaje desarrolla la inteligencia. Esta no es una especie de don, sino que surge si se le provee de las debidas oportunidades para desarrollarse.

El profesor basaba sus investigaciones en criterios epistemológicos, es decir, que su intuición sobre las medidas a tomar se cimenta en la teoría del conocimiento. Por citar fuentes en las que se fundamenta, citar la teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas, la idea de investigación y acción de Stephen Kemmis, o el modelo educativo que concibe la educación como culturización del ser humano elaborado por Humberto Maturana, entre otros autores. El modelo educativo busca, mediante proyectos basados en los intereses del alumnado, que se cree un ambiente de aprendizaje cooperativo entre todos los niños basado en la convivencia y la tolerancia de las diferentes particularidades cognitivas. Además, este ambiente inclusivo resulta enriquecedor para todos los implicados.

¿Cómo es el aula de una escuela del proyecto Roma?

En clase, existen cuatro zonas diferenciadas: la zona de movimiento, la de afectividad, la del lenguaje y la de pensar. Cada área espacial del aula sirve para desarrollar un proceso cognitivo humano.

La zona de la Afectividad

En esta ubicación el profesorado puede apreciar el mundo emocional de los pequeños, y evaluar sus actitudes y valores ante el entorno, la calidad de sus relaciones y la convivencia. Aquí se establecen de forma democrática por parte de los niños una serie de acuerdos que deben cumplir, tanto para realizar los proyectos, como para la convivencia.

La zona de pensar

Cada persona percibe su mundo de una forma particular, del mismo modo que tiene sus propios intereses y forma de organizar su espacio y su tiempo. La zona de pensar sirve para que los profesores descubran cuáles son los procesos cognitivos de cada niño. La investigación es sencilla: se les pregunta a los pequeños. En la zona de pensar los alumnos realizan actividades que requieran agrupar objetos y ejercitar sus procesos lógicos. También es el lugar para trazar las estrategias de los proyectos educativos y se determinan las habilidades específicas que necesitarán. Los pequeños argumentarán sobre sus necesidades para el proyecto, ganando autonomía personal y estableciendo sus metas particulares.

La zona del lenguaje

La zona del lenguaje sirve a los maestros para observar la particular forma de comunicación que posee cada estudiante. La comunicación se facilita cuando el profesor sabe la forma preferida de expresión del niño: si le gusta leer, pintar o la música, o si es competente con los números. Conocer sus gustos también posibilita fomentar su interés hacia otras áreas del conocimiento partiendo de la base de los que ya domina o les gustan. Técnicamente, en esta área los maestros aprenden de sus alumnos sus particulares códigos de comunicación.

La zona del movimiento

En esta zona los niños se expresan mediante el movimiento de su propio cuerpo. Sirve para comprobar la calidad de la interiorización de los conocimientos y la autonomía del niño para aplicarlos. La información recabada por el profesorado en las áreas anteriores les aportará las pistas respecto a la autonomía de los pequeños. Mediante la observación de sus acciones, cada niño demuestra la calidad de sus diferentes autonomías, que incluyen desde su desempeño motriz, como su socialización, e incluso su moralidad.  Esta autonomía personal y autocuidado representan los objetivos últimos del proyecto.  La autonomía personal alude a cuán competente es el niño, desde el punto de vista de sus actitudes físicas, emocionales y mentales, para resolver por sí mismo los problemas cotidianos que puedan surgir en su vida.